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Foto del escritorEliav Riera

Celebrando Janucá en tiempos de guerra.




La Luz de Janucá: Un Faro de Resiliencia y Esperanza

En la vastedad de la historia humana, pocos relatos encienden el alma como el de la resiliencia del pueblo judío. A lo largo de los siglos, frente a innumerables adversidades, este pueblo ha sido un testimonio viviente de la victoria del bien sobre el mal, del coraje sobre el miedo, y de la luz sobre las tinieblas. En el corazón de este legado eterno se encuentra Janucá, una festividad que trasciende las barreras del tiempo y nos recuerda que incluso en los momentos más oscuros, la llama de la esperanza nunca debe extinguirse.

Janucá, también conocida como la Fiesta de las Luces, no es solo una conmemoración de un milagro antiguo; es un llamado universal a la resistencia espiritual. Hace más de dos mil años, un grupo de valientes macabeos se alzó contra la opresión y la injusticia, luchando por preservar su fe y sus tradiciones frente a un enemigo que buscaba destruir su identidad. Contra todo pronóstico, triunfaron. Pero el milagro de Janucá no termina en su victoria militar. Es la historia de un pequeño frasco de aceite, suficiente apenas para un día, que ardió por ocho noches, iluminando el Templo restaurado y simbolizando la presencia divina que nunca abandona a su pueblo.


Hoy, mientras el mundo enfrenta sus propias batallas, Janucá nos invita a reflexionar sobre el significado del coraje y la fe. En tiempos de guerra, cuando la incertidumbre y el dolor parecen dominar el horizonte, encender la menorá es un acto de rebeldía contra la desesperanza. Cada vela que arde es un testimonio de que la luz, por débil que parezca, tiene el poder de disipar la oscuridad más profunda. Cada llama es un recordatorio de que la bondad y la justicia prevalecerán, como lo han hecho una y otra vez a lo largo de la historia.


Celebrar Janucá en tiempos de guerra es reafirmar el compromiso con los valores que definen al pueblo judío: la fe inquebrantable, la solidaridad incondicional y la determinación de proteger la vida y la dignidad humana. Es recordar que el bien no solo es un ideal, sino una fuerza activa que debemos elegir y defender diariamente. Aunque las velas se consuman y la noche parezca interminable, el legado del pueblo judío es un testimonio de que siempre hay un nuevo amanecer esperando más allá del horizonte.


El mensaje de Janucá trasciende las fronteras religiosas y culturales. Habla al corazón de toda la humanidad, inspirándonos a enfrentar nuestras propias pruebas con valentía y determinación. Es una invitación a encontrar significado en los desafíos, a transformar el dolor en propósito y a recordar que, incluso cuando todo parece perdido, la luz siempre encuentra una manera de brillar.


Así como las llamas de la menorá se encienden una a una, recordándonos que la esperanza se construye paso a paso, el pueblo judío ha tejido su historia a través de generaciones, portando consigo un legado que perdura en los corazones de todos aquellos que creen en un futuro mejor. Janucá no es solo una festividad; es un canto a la resiliencia, una celebración de la vida y una promesa de que, mientras haya una chispa de bondad en el mundo, la luz nunca se extinguirá.


Hoy más que nunca, encender una vela de Janucá es mucho más que un acto simbólico. Es un compromiso con el legado de aquellos que vinieron antes, un acto de esperanza para quienes vendrán después y una declaración de que, frente a cualquier adversidad, la luz siempre prevalecerá.


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